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Las ocho y media. Se acabó el curre y se acaba el día. Bien, es el momento, piénsatelo: ¿cómo te lo vas a hacer esta noche?
Siempre te diviertes de noche. No es que no se pueda uno divertir de dia, pero no es lo mismo. Es una diversión, la del día, sana, inocente. Divertirse de día es para las vacaciones, cuando se tiene tiempo y uno se entretiene suavemente. De noche es otra cosa.
La noche tiene un tufillo de urgencia, de demasia, de juerga apresurada. Hay que llegar al máximo y rápido. Hay que olvidarse de todo y de uno mismo: „Hasta que no nos reconozcamos“, gritaba la otra noche un tío en la calle liándose un canuto.
Ya son las nueve, tú. Decídete. Haz lo que quieras, pero sal. No hay nada peor que una noche solo, tú lo sabes. Da igual lo que hagas, pero tiene que haber gente. Gente, ese elemento amorfo que de noche es más interesante, o quizá tan sólo menos aburrido.
Se nos desata la lengua y la mirada. Júntate, mézclate, de noche volvemos a ser más animales. Ya no hay que pedir excusas ni decir „por favor“. Ya es de noche, ya eres de noche. Otra vez la transformación. Sal a buscar, de noche siempre se encuentra. En la „disco“ de moda hace rato que todo el mundo ha perdido la olla. Está en su punto. Entra, que no te van a comer. Echa un trago y ponte lo más cerca que puedas de la columna de „bafles“. Espera hasta que los decibelios te empiecen a subir por el esófago y tírate de bruces a la pista. Baila y desconecta el seso; total, no vas a usarlo. Tiburonea un poco y fíjate en esa gachi. Está buena. Dale un corte al menda que está con ella y llévantela a rastras. Eso la impresionará. No importa lo que piense o lo que pienses tú. Es de noche y está permitido. Las reglas cambian según el momento. Y éste es otro momento.
De noche, chico, qué quieres que te diga, todas las tías son putas y todos los tíos son chulos. Puede que ellos no lo sepan, pero es así. Salimos para transmutarnos. Es un carneval cotidiano y con sus propias reglas. Vamos hacer la ronda. Pronto no sabremos cuántos bares hemos dejado atrás. El alcohol los irá uniformando dentro de nuestra propia mente. Deberias dejar de beber. Pero no lo harás. Todavía no has perdido el juicio. Además, sólo bebes de noche.
Mira ese bar, ya no cabe ni una pulga, pero entra, hombre, no te cortes. Aquí se mece uno con facilidad. Codazos hasta la barra, todo está permitido en el amor y en la guerra:
-----“¡Un medio, Charly!“
-----“¡Ya va!“
Follón de gente, conversaciones cruzadas, prisa. Prisa por beber, hablar, jugar, vomitar... Dentro del bar parece que estuvieras en un tren lanzando a toda pastilla.
El que va a toda pastilla es aquel tío del tupé tipo mascarón de proa. Pobre chico, le han quitado la bombilla al W. C. y ya no puede chutarse al gusto. Así es la vida.
Sumérgete en una máquina, echa duros, ponte histérico, ríete, fuma, bebe, chilla, pega y, sobre todo, hazte partida. Que no se diga.
-----“¡Pero tío, deja de darle patadas a la máquina!"
Ya ves. La suerte es adversa. Ni partidas ni nada, y el maldito marciano ahí, riéndose. Olvídalo.
-----“¡Otro medio!“
Tú conoces bien ese aire de complicidad que existe entre los que salimos a quemar la noche. Nos conocemos, hay algo que nos une. Lo que de día es un acto higiénico en un W. C. estirilisadamente blanco, de noche, en la calle, es un rito al cual siempre hay quien se apunte: "Picha española nunca mea sola".
Noche de ciudad, negro cuero, droga dura. Noche oscura como la boca del lobo. No es eso. Es la boca de un lobo, si, pero llena de flashes, neones, intermitencias. Las luces nos escupen las caras de la gente con gesto de ficha policial. Se nos ve un poco mejor, como somos.
No hay lirismo en la noche de la city. Hay nocturnidad, nocturnidad y alevosia. Los demonios salimos a contemplarnos mutuamente. Noche tras noche se cumplen los mismos ritos. Disfrázate, vístete de noche y mézclate con la oscuridad.
Ya están abriendo las fábricas de pan. Busca un deayuno urgente, voraz. Hay que poner un buen fin de fiesta. Retírate y descansa antes de que la luz del día te convierta en ese que no quieres ser. Mañana podrás lamerte las heridas. Y ríete. De noche se ríe mejor. Además, se nos ven más los dientes.
Text: Richard T. Rictus - Madrid 1982